
Un centro de interpretación es una exhibición en torno a un guión de tipo museográfico (con intencionalidad pedagógica), que conecta intelectual y emocionalmente al visitante con el patrimonio, estimulando su interés para comprometerlo con su conservación o cuidado.
Dicho de otro modo, se busca influir en la conducta del visitante. Y todo esto, en su tiempo libre (que es breve), aceptando que se trata de un público no cautivo, y aprovechando la ocasión en que mantendrá contacto directo con el patrimonio.
Se apunta a que el visitante tenga el más alto nivel de satisfacción dentro de las pautas que aseguran la conservación del patrimonio. Para ello se necesita integrar contenidos de forma recreativa con contenidos educativos.
Además, puede resultar útil para desarrollar otras funciones. Por eso, su ubicación suele preceder a los sitios o bienes del patrimonio, recibiendo a los visitantes, ordenando su flujo, brindándoles una visión de conjunto, explicando de un modo breve y atractivo (en lo posible, interactivo) su relato, portando un mensaje, a través de experiencias directas y aplicando los principios, cualidades y estrategias de la interpretación del patrimonio (Tilden 1957 y 2006, Ham 1992, Morales Miranda 1992 y 1998).
Estas funciones y acciones explican el por qué estos centros suelen estar emplazados, normalmente, en la entrada del sitio o al inicio de su recorrido, dado que presenta una síntesis de los bienes culturales o naturales que se conservan o presentan (reservas naturales, museos, jardines botánicos, acuarios, zoológicos, sitios arqueológicos, etc.). En los centros de interpretación los visitantes tienen oportunidad de recibir información significativa y experimentar vivencias con relación a los bienes del lugar.
La dilatada experiencia desarrollada, sobre todo en el mundo anglosajón, ratifica el “considerar a la interpretación como la forma más eficaz a la hora de aproximarse al legado de los espacios naturales protegidos” (Salas Rojas 2008: 12).
Algunos desafíos en torno a los centros interpretación
1. En la mayoría de los casos, no surgen de una planificación interpretativa. Más bien, son concebidos como un “producto” en sí mismo, respondiendo a una oportunidad, que puede ser turística (para captar más visitantes), financiero (se dispone de fondos para ello), económico (es buen negocio), políticos (los funcionarios quieren inaugurarlo para capitalizarlo electoralmente) u otros, como el manejo o descongestión de la capacidad de carga.
El desafío: aprovechar todas esas y otras oportunidades, pero de un modo planificado. Con esto, casi seguro, se resuelve el dilema y se potencian las ganancias económicas, culturales y de conservación del patrimonio.
2. Cuando se decide la construcción de un centro interpretativo casi nunca se piensa en su intensidad de uso, desgaste, mantenimiento y reposición de materiales. Tampoco, para sostener personal estable que asegure su correcto funcionamiento. Se genera infraestructura con apoyaturas distintas y se corre el riesgo que –con el paso del tiempo- se vayan deteriorando sin que se haya pensado en los recursos para sostener su excelencia.
El desafío: elegir materiales resistentes al uso, el vandalismo, clima y otros factores de deterioro al momento de montar el centro. Planificar y presupuestar los costes de mantenimiento durante los primeros años. Capacitar al personal que estará a cargo del sitio.
3. Para la mayoría de las autoridades y de los empresarios del turismo los centros de interpretación sólo “sirven” para constituirse en nuevos atractivos turísticos y no en soportes al servicio de la conservación del patrimonio natural y cultural desde la comunicación.
El desafío: no perder de vista que los centros interpretativos tienen su razón de ser en la conservación del patrimonio y no en el negocio turístico, más allá que puedan hacerse ambas cosas a la vez.
4. Si el centro de interpretación no está planificado o bien pensado puede fagocitar o “devorar” al patrimonio sobre el cual versa. Deberá luchar contra su ego.
El desafío: tener en claro que un centro interpretativo sirve para poner en valor al patrimonio y no a sí mismo. Por lo tanto, su infraestructura debe enmascararse en el paisaje, pasando desapercibida o bien integrándose en estilo arquitectónico y natural coherentes con su entorno. Un centro interpretativo nunca debe competir con el bien al que se lo dedica, porque si eso sucede se convertirá en el principal atractivo, diluyendo el interés por conservar el patrimonio (Fernández Balboa y Bertonatti 2006).
5. Un centro interpretativo debe articularse con otros recursos o medios de la interpretación (personalizados y no personalizados). El desafío: al momento de planificar, pensar en los objetivos que se pretenden alcanzar y los medios interpretativos más convenientes para ello (folletos, audiovisuales, visitas guiadas, paneles, murales, carteles, senderos autoguiados, etc.).
Un centro de interpretación es una exhibición en torno a un guión de tipo museográfico (con intencionalidad pedagógica), que conecta intelectual y emocionalmente al visitante con el patrimonio, estimulando su interés para comprometerlo con su conservación o cuidado.
Dicho de otro modo, se busca influir en la conducta del visitante. Y todo esto, en su tiempo libre (que es breve), aceptando que se trata de un público no cautivo, y aprovechando la ocasión en que mantendrá contacto directo con el patrimonio.
Se apunta a que el visitante tenga el más alto nivel de satisfacción dentro de las pautas que aseguran la conservación del patrimonio. Para ello se necesita integrar contenidos de forma recreativa con contenidos educativos.
Además, puede resultar útil para desarrollar otras funciones. Por eso, su ubicación suele preceder a los sitios o bienes del patrimonio, recibiendo a los visitantes, ordenando su flujo, brindándoles una visión de conjunto, explicando de un modo breve y atractivo (en lo posible, interactivo) su relato, portando un mensaje, a través de experiencias directas y aplicando los principios, cualidades y estrategias de la interpretación del patrimonio (Tilden 1957 y 2006, Ham 1992, Morales Miranda 1992 y 1998).
Estas funciones y acciones explican el por qué estos centros suelen estar emplazados, normalmente, en la entrada del sitio o al inicio de su recorrido, dado que presenta una síntesis de los bienes culturales o naturales que se conservan o presentan (reservas naturales, museos, jardines botánicos, acuarios, zoológicos, sitios arqueológicos, etc.). En los centros de interpretación los visitantes tienen oportunidad de recibir información significativa y experimentar vivencias con relación a los bienes del lugar.
La dilatada experiencia desarrollada, sobre todo en el mundo anglosajón, ratifica el “considerar a la interpretación como la forma más eficaz a la hora de aproximarse al legado de los espacios naturales protegidos” (Salas Rojas 2008: 12).
Algunos desafíos en torno a los centros interpretación
1. En la mayoría de los casos, no surgen de una planificación interpretativa. Más bien, son concebidos como un “producto” en sí mismo, respondiendo a una oportunidad, que puede ser turística (para captar más visitantes), financiero (se dispone de fondos para ello), económico (es buen negocio), políticos (los funcionarios quieren inaugurarlo para capitalizarlo electoralmente) u otros, como el manejo o descongestión de la capacidad de carga.
El desafío: aprovechar todas esas y otras oportunidades, pero de un modo planificado. Con esto, casi seguro, se resuelve el dilema y se potencian las ganancias económicas, culturales y de conservación del patrimonio.
2. Cuando se decide la construcción de un centro interpretativo casi nunca se piensa en su intensidad de uso, desgaste, mantenimiento y reposición de materiales. Tampoco, para sostener personal estable que asegure su correcto funcionamiento. Se genera infraestructura con apoyaturas distintas y se corre el riesgo que –con el paso del tiempo- se vayan deteriorando sin que se haya pensado en los recursos para sostener su excelencia.
El desafío: elegir materiales resistentes al uso, el vandalismo, clima y otros factores de deterioro al momento de montar el centro. Planificar y presupuestar los costes de mantenimiento durante los primeros años. Capacitar al personal que estará a cargo del sitio.
3. Para la mayoría de las autoridades y de los empresarios del turismo los centros de interpretación sólo “sirven” para constituirse en nuevos atractivos turísticos y no en soportes al servicio de la conservación del patrimonio natural y cultural desde la comunicación.
El desafío: no perder de vista que los centros interpretativos tienen su razón de ser en la conservación del patrimonio y no en el negocio turístico, más allá que puedan hacerse ambas cosas a la vez.
4. Si el centro de interpretación no está planificado o bien pensado puede fagocitar o “devorar” al patrimonio sobre el cual versa. Deberá luchar contra su ego.
El desafío: tener en claro que un centro interpretativo sirve para poner en valor al patrimonio y no a sí mismo. Por lo tanto, su infraestructura debe enmascararse en el paisaje, pasando desapercibida o bien integrándose en estilo arquitectónico y natural coherentes con su entorno. Un centro interpretativo nunca debe competir con el bien al que se lo dedica, porque si eso sucede se convertirá en el principal atractivo, diluyendo el interés por conservar el patrimonio (Fernández Balboa y Bertonatti 2006).
5. Un centro interpretativo debe articularse con otros recursos o medios de la interpretación (personalizados y no personalizados). El desafío: al momento de planificar, pensar en los objetivos que se pretenden alcanzar y los medios interpretativos más convenientes para ello (folletos, audiovisuales, visitas guiadas, paneles, murales, carteles, senderos autoguiados, etc.).